A veces confundimos el poder personal con manifestar carácter o tener control sobre los demás. Nada más alejado. Entiendo que una persona transmite esta cualidad cuando tiene la capacidad de estar centrada ante un ataque o un imprevisto, cuando persigue y manifiesta sus sueños o cuando consigue la calma ante el miedo. Nuestra sociedad a menudo confunde el poder interior con la capacidad de ejercer el control sobre los otros. La cuestión no tiene mucho que ver con materialidad ni con influencia poderosa, es más bien un sostenido trabajo interior.
El poder personal proviene de una sensación interior de seguridad, de saber quién eres, de tener definido tu propio valor intrínseco. Es el poder que fluye de uno cuando está conectado y siente la unidad con la fuente. Es el resultado de trabajar emocionalmente para sanar de raíz los miedos y las falsas creencias aprendidas en la infancia. Sin trabajar nuestras limitaciones, viviremos atascados en nuestro ego o yo herido.
Nuestro frágil máscara representa la parte dañada o temerosa que construimos de niñ@s evitando el dolor, y sintiéndonos a salvo. Hay un camino directo entre el amor y la conexión que buscábamos y este yo falso.
Mientras nuestro valor y seguridad sean definidos por factores externos– el sueldo, la máscara o imagen, la cantidad de likes o el poder sobre otros – sentiremos angustia, desconexión ó vacío.
Cuando hacemos el trabajo de la conexión interior permitiendo que el alma domine el cuerpo nuestra voz y elecciones serán más verdaderas. Solamente desde aquí nuestro potencial será nítido y poderoso.