Cada vez que sentimos ansiedad estamos siendo gobernados por nuestro juez interior. Cuando fuimos creciendo este patrón mental de defensa nos fue protegiendo de aquéllas personas o situaciones que escapaban a nuestro control o eran demasiado intensas para ser sentidas. Nos sirvió para sobrevivir a lo que entonces vivimos con adversidad en un cuerpo en desarrollo. 

Hoy, en nuestra vida adulta, el juez interior no debería gobernar más, nos daña, causa frustración y sobretodo los efectos de la ansiedad: desasosiego, intranquilidad, falta de claridad y otros desajustes corporales. 

Las proyecciones mentales negativas son un martirio, un eco de vibración que podemos elegir mantener a raya. 

Cada vez que nos juzgamos o que criticamos a los demás, estamos enviando una señal al universo de baja vibración. Este eco, como consecuencia, nos devuelve un retorno en forma de boomerang que se convierte en una condena.  Todo aquello que juzgas en los demás, lo estás pidiendo para tí.

Darse cuenta de la trampa mental de las dinámicas del juicio es el primer paso a una vida mejor vivida. 

Con un trabajo exhaustivo de observación y respuesta emocional podemos liberar de raíz esta adicción mental causante de la ansiedad.