X-Mas

Comienza el solsticio de invierno y la aclamada navidad con su ímpetu, excesos, estrés y compromisos.

En lo emocional, tantas veces, se despierta en nosotros la ambivalencia del niñ@ vulnerable, emociones intensas y también, contradictorias.

En mi experiencia, la brecha entre lo que deseamos y lo que realmente sucede suele ser amplia. A mí me funcionan estos recordatorios y tips que confío te inspiren para gozar y conectar con tu mejor versión en estas fechas retadoras:

1. El regalo eres tú. Practica la apreciación. Cuando interactúes con alguien, más que nombrar unas rápidas "Felices fiestas" dí palabras de agradecimiento y ofrece una sonrisa. Haz que sientan tu buena voluntad.

2. Piensa en los demás. Al dirigirles tu atención puedes darte unas vacaciones del ego.

3. Activa la empatía, ten en cuenta que ésta también puede extenderse a conectar con la felicidad del otro no solamente las emociones más incómodas.

4. Sé fácil contigo mism@ y tómate un tiempo todos los días para relajarte y meditar. Aparca la autoexigencia y la perfección.

5. Aléjate de la toxicidad. Cuando te encuentres en presencia de tensión, estrés y conflicto, no te unas a ellas. Haz tu mejor esfuerzo para alejarte tan pronto como puedas. La toxicidad también se extiende al alcohol. Cuanto más alcohol bebes, menos consciente eres y más baja es tu frecuencia.

6. Pon límites en tus interacciones sociales. Si te sientes incómod@, dáte permiso para expresarlo o alejarte de la situación. Tu vibración merece un respeto.

7. Sé reflectiv@ y observa las respuestas reactivas. Si te das cuenta de estás repitiendo automáticamente un patrón reactivo del pasado, haz una pausa, respira y luego comienza de nuevo desde tu experiencia presente. Estar apretado en tu conciencia, apoya la mente reactiva.

8. Busca nuevas respuestas. Una vez que dejas de reaccionar, se abre un espacio para una nueva respuesta. Mira a tu alrededor, abre los ojos a algo, céntrate y quédate callado por un momento. El punto es salir de la conciencia restringida y mantener una mirada abierta, receptiva y confiada.

9. Concéntrate en lo espiritual. La inspiración es una cualidad interna. Recurre a la poesía o las escrituras que te inspiran, y encontrarás en ellas algo precioso: la comunicación íntima desde el corazón y el alma de otra persona.

10. Activa la intención sobre cómo quieres vivir tu tiempo. Puedes sentarte en silencio con los ojos cerrados y visualizar con palabras, “haré de mi casa, un templo” ó “quiero alegría” ó “estar en paz”. Al decir cada frase, haz una pausa y siente cómo las visualizas y sientes dentro de tí. Ayuda mucho poner tu atención en el corazón. Nadie puede pretenderlo por tí excepto tú, y cuando las sientes dentro, construyes autosuficiencia y te vuelves menos dependiente de los demás. Intenta repetir este ejercicio todos los días durante esta época del año.

Gracias por estar a mi lado. Feliz solsticio.

Sabotaje

Observo en consulta un miedo a estar bien, a gozar del propio brillo o a sostener el contento.

La manifestación de estos temores suelen ser conductas autolesivas que niegan inconscientemente la propia felicidad. Este sabotaje es muchas veces difícil de superar, sobretodo si se basa en la negación.

Descuidar la salud en general, pasar tiempo con personas tóxicas y tolerar el hastío o aburrimiento son tres síntomas muy comunes de autolesión.

Cuando esta conducta autolesiva se centra en las relaciones, éstas tienden a gravitar en la negatividad o vínculos dañinos. Cuando elegimos personas tóxicas conviene revisar las creencias en torno a las relaciones auténticas y saludables, por ejemplo podría ser “yo no merezco rodearme de personas honestas, claras o bondadosas” ó “no soy digna de algo mejor”. Un buen comienzo sería observar a los amigos y la pareja ¿resuenan con el dolor pasado? ¿tu pareja tiene rasgos de personalidad o comportamientos que recuerdan a un padre abandonador o a un cuidador abusivo?

Si profundizamos de raíz en esta tendencia tóxica seguramente encontremos personas que han experimentado una pérdida significativa, dolor o trauma, haciendo de la felicidad algo que se desea y se teme.

Debido a infancias negligentes, muchas personas creen que no son dignas de ser atendidas en cuestiones de salud física o mental y no consideran hacerse chequeos regulares o atender a sus citas anuales de revisión. Tantas veces, el progreso es aprender a cuidarse ya que no tuvieron modelos de cuido y conducta sanos en sus familias de origen.

Igualmente los sentimientos de aburrimiento pueden ser señales claras de problemas más profundos. Por ejemplo, muchos de los que han desarrollado una respuesta de trauma de "huida" recurren a distracciones como la tecnología, la adicción al trabajo o a sustancias, rutinas de entrenamiento excesivas u otros comportamientos compulsivos como una forma de automedicarse y alejar los sentimientos más vulnerables.

Nadie es inmune al autosabotaje sin embargo con un trabajo terapeútico profundo y de revisión de las propias creencias y el propio valor, es posible sanar de raíz estas conductas lesivas.

Patientia

El proceso terapéutico significa una relación vertical con unos objetivos previamente acordados. Tantas veces, es la propia intuición del cliente el motor que impulsa la decisión; otras, el entorno de la persona que logra convencer al paciente. En este último caso es una relación arriesgada ya que la propia voluntad de asumir la responsabilidad de la decisión es fundamental a la hora de comenzar el proceso.

Otra característica fundamental del viaje terapéutico es que, al ser una relación vertical, la intencionalidad, debe ser siempre hacia abajo, es decir, hacia el paciente. Todo el proceso es para su beneficio ya que el protagonismo es exclusivamente suyo, cada paso se concatena por y para él. Aquí la paciencia y la neutralidad del terapeuta son fundamentales, ya que como profesionales precisamos no solamente revisar los casos con otros compañeros, sino confrontar de manera constante nuestra propia sombra.

Una terapia es una relación profesional en la que nos expresamos y actuamos para estimular algo en el interior del paciente. Le acompañamos hacia donde vaya. Le aceptamos haga lo que haga. Le quiero por ser él. Él decide los objetivos y cada paso debe ser aceptado por él.

El terapeuta no tiene pócimas mágicas ni tiene la capacidad de sanar, es el propio paciente el que asume la responsabilidad por su proceso de autoindagación y ello implica altas dosis de autonomía. Para desarrollar sus destrezas profesionales, el terapeuta tiene dos procesos paralelos: la formación profesional y su propia psicoterapia personal. Será en esta última donde irá incorporando ciertas habilidades de su propio terapeuta, aprendiendo por modelaje a la vez que experimentará desde dentro todo el proceso de cambio. Hará consciente el proceso por el que va resolviendo a su ritmo. Madurará y favorecerá la incorporación de ciertas habilidades necesarias para una buena práctica profesional, como por ejemplo la paciencia.

La cualidad de la paciencia va unida al respeto del ritmo del paciente, fundamental para que el proceso sea siempre suyo y no del terapeuta. Es necesario llenarse de calma y de honestidad para, aún viendo e intuyendo cuál va a ser el camino, esperar a que nuestro cliente resuelva y decida por sí mismo sin adaptarse al terapeuta. Darle tiempo para que elabore por sí mismo los pasos de su camino. Que aprenda a resolver de forma autónoma los conflictos y vaya descubriendo, siempre bajo nuestra protección y acompañamiento.

De este modo, la terapia podrá fluir en este viaje profundo y maravilloso hacia su sanación y libertad.

Lettin' go

En mi experiencia, la vida nos regala situaciones y relaciones a favor del proceso del darnos cuenta o vivir conscientes.

Lo observo, tantas veces, como un juego orquestado por una mano amiga, sabia y creativa que nos regala oportunidades para despertar nuestra versión más poderosa.

Cuando sanamos, crecemos, aunque duela. Y todos tenemos la capacidad de hacer consciente lo inconsciente.

Bajo este prisma, una de las facetas que entrenamos en terapia es la atención.

Junto al cliente ejercitamos la capacidad del darnos cuenta a través de dinámicas de atención- mindfulness-.

Se trata de observar el momento mágico en el que algo en nosotros suelta aspectos como la vieja pauta o una forma caduca de actuar.

Soltar y abrir, vivencias de íntima liberación- insights- que conllevan la sutil escucha de esa parte creativa de uno mismo que demanda un nivel mas profundo desde el que mirar.

Mi propuesta es que vivamos cada día con desapego, soltemos lo viejo sin que lo nuevo haya llegado aún. Digamos más veces adiós, sin resentimiento ni rechazo, al "más de lo mismo” soltando apegos, inercias o patrones automáticos que yá forman parte de una zona transitada o demasiado confortable. Sabemos que la vida es un cambio continuo donde el propio cambio es lo único que permanece.

Observemos el gozo que se produce al sentir cuando se desprenden viejas pautas o relaciones caducas.

Propongo dejar ir y saludar con alegría los momentos de apertura a lo íntimamente nuevo, hay una libertad profunda en el vivir sin apego.

Atención al cambio.

Atención a lo imprevisto.

Sé consciente, abrázalo todo y déjalo ir.

Rebirthin'

Este verano he vivido un potente proceso de renacimiento con sus duelos, nuevos nacimientos y emociones a flor de piel.

Soy más de ritmo pausado y cuando atravieso transformaciones potentes, necesito restaurarme y rescatar la templanza. El caos y el estrés me parecen emociones difícilmente navegables.

Ahora a las puertas de un nuevo otoño observo estas transiciones algo sincrónicas.

En este momento del año me reafirmo, me encanta la energía fresca para la autorreflexión, la oportunidad para reconocer la dualidad de la luz y la oscuridad, y su difícil equilibrio.

La naturaleza del otoño y su impulso descendente nos invita a contemplar, también a plantar raíces enraizando nuevos proyectos en la tierra.

Me encanta este tiempo para iniciar, soltar, dejar atrás lo viejo y restaurar la armonía entre el mundo externo e interno.

Aprovechar este momento particularmente significativo para renacer y transformar. Espiritualmente el significado del equinoccio del otoño nos lleva a despejar caminos para nuevos comienzos.

Comparto algunas prácticas que me funcionan para sintonizar con el ritmo de la energía otoñal:

-abrir el espacio para observar hacia adentro, meditando, gozando en intimidad.

-restaurar el alimento del alma, inaugurar un diario, escribir, pintar, respirar y regalarnos espacios para silenciar la mente.

-conectar con la energía del bosque, contemplando el duende del otoño.

-honrar a los propios antepasados, durante esta época el velo entre este mundo y el siguiente es más delgado.

-comenzar nuevos caminos y propósitos: enraizar proyectos, iniciar aprendizajes, emprender mudanzas.

-nutrirse con alimentos de temporada, cremas y bebidas calientes con especias.

A medida que la luz del día baila en la oscuridad, cultivo la introspección y recuerdo la sabiduría perenne. Cuando respiro las mañanas de otoño en mi jardín particular me nutro de inspiración para crear, el descanso es más profundo y la sensación de renacer es pura.

En esta tiempo caótico de extremos e incertidumbre, el reto consiste en vivir conscientes y en armonía con los propios ritmos, a la vez que encontramos una puerta de acceso a la sabiduría en cada fase.

Feliz otoño de renacimiento.

Unloving

¿Imaginas cómo hubiera sido tu infancia si tus padres te vieran como realmente eras, sin juzgarte? ¿O si te hubieran validado cuando te sentías inseguro o dañado?

Durante la infancia, algunos experimentamos negligencia emocional, algo demasiado común que sucede en casi todas las familias. Esta forma de abandono es un proceso poderoso y doloroso que deja una marca indeleble en los niños que se ven afectados por ella. Así pueden crecer hasta la edad adulta sufriendo sus resultados, pero no recordarán cómo o cuándo dejó una huella en sus vidas.

La negligencia emocional puede ocurrir cuando los padres no responden lo suficiente a las necesidades reales y puntuales a lo largo de la crianza. En estas familias, los adultos no reconocen, validan ni preguntan sobre los sentimientos a sus hijos. Más allá de las muestras de cariño que pudieran transmitir, suelen ser personas que operan con una baja estima y una inmadurez perpetua.

En terapia, tomar conciencia de las creencias y suposiciones falsas que absorbimos, por causa de negligencia emocional, puede despertar un camino hacia la sanación.

Los estilos de vida de las familias emocionalmente negligentes pueden variar ampliamente. Padres que pudieron haber estado calientes o fríos, amorosos o enfadados, o incluso deprimidos. O haber crecido en un hogar monoparental o biparental, tal vez con uno de los progenitores que se quedaba en casa. Estas familias pueden haber incluido abuelos u otros miembros de la familia extendida. Pero en muchos sentidos, la estructura de la familia no importa. Lo que sí es cómo los sentimientos no fueron reconocidos o validados lo suficiente por nuestros mayores.

Los adultos emocionalmente descuidados podrían verse tan diferentes entre sí como lo hicieron sus familias.

Pueden parecer y actuar como si no tuvieran nada en común, pero todos comparten un grupo similar de luchas. Algunas de las más comunes son: sentimientos de vacío, miedo a depender de las personas, falta de autoconocimiento, pobre compasión por uno mismo (probablemente mucho para los demás), una tendencia a la culpa y la vergüenza, ira autodirigida, una profunda sensación de ser defectuoso o diferente, luchas con el autocuidado, problemas con la autodisciplina y dificultades para entender cómo funcionan las emociones en general.

Las personas que crecen con padres que ignoran los sentimientos creen que las emociones no son bienvenidas en el hogar de su infancia y tratan de evitar los sentimientos difíciles. Para aquéllos que han tenido esta experiencia, es importante tomar conciencia y comenzar un abordaje de rescate de todos esos sentimientos que uno ha secuestrado.

Cumplir como padres con las necesidades emocionales de la infancia es algo extraordinario. Por ello existe una plaga de desamor.

Feelin'

 

En mi experiencia, como paciente y terapeuta, una de las vías más potentes para apoyar a una persona en su proceso de sanación es permitiendo la emoción. El término emoción procede del latín, significa “el impulso que induce la acción” y es fundamentalmente adaptativa. Las personas, además de poseer emociones, necesitamos aprender a sentirlas y regularlas ya que constituyen una importante fuente de información y acción.

A no ser que los adultos de referencia nos enseñaran cómo fluir de manera sana con las emociones, de niños tuvimos que defendernos cómo mejor supimos. Y es que seguramente el dolor o la incomodidad, muchas veces, fueron tan intensos que aprendimos a ocultarlos. Una experiencia traumática puede llevar a la persona a desconectarse de su campo emocional antes de repetir la experiencia tan dolorosa que vivió en el pasado. Y para compensar esta desconexión emocional, la persona somatiza, siendo el cuerpo el que expresa lo reprimido emocionalmente.

En un proceso terapéutico uno de los aprendizajes clave en este trabajo es reconocer la figura imaginada de una niña interna. Todos aguardamos a un infante imaginario que guarda experiencias y aprendizajes emocionales. Cuando identificamos los mecanismos aprendidos de protección y evitación progresamos hacia un definitivo estado de mejora en el paciente. En sesión, generalmente se contacta con emociones que fueron bloqueadas o interferidas y no fueron gestionadas adecuadamente, por lo que quedaron acumuladas en la persona. Sabemos que lo que genera patologías son las emociones excesivas o las crónicamente bloqueadas.

Las aportaciones del análisis transaccional, la bioenergética y las técnicas de trabajo emocional están contribuyendo de manera definitiva a que un proceso terapeútico tenga lugar en un tiempo breve en comparación con terapias más analíticas. Todo ser humano, sin excepción, es valioso, importante, y debe ser tomado en cuenta en su totalidad. Lo que sucede es que por nuestro estilo de vida, tantas veces, el espacio terapeútico se consolida como el único lugar posible para darnos permiso y expresar un grito, un lamento o una honesta declaración.

Monkey mind

Me gusta llamarla “monkey mind”, esa parte mental activa que no para de parlotear y emite imágenes falsas sobre lo propio o los demás. Ese sueño de mono parlante vive en el hemisferio izquierdo cerebral y habita en la dimensión del arreglo y el control, proyecta toda su energía de pensamiento a futuro y tantas veces vive recordando el pasado. Todos tenemos un “monkey mind” que juzga y exige, tratando de controlar el sentimiento o cualquier cambio o mejora. El cansino mono es una metáfora de nuestra mente programada, un lugar poco amable en el que anidar o construir bienestar. Porque el constructo mental está poblado de daño y mentiras, vive en la inercia, se nutre de pautas negativas y si lo escuchamos demasiado, le acabamos dando crédito ya que se retroalimenta con las mismas repeticiones.

Date cuenta que a esta parte de tí le cuesta mucho reconocer la persona maravillosa que llevas dentro. Lo que todos anhelamos a un nivel profundo- si queremos vivir bien, en estado de bienestar y paz- es que esta programación aflore al consciente y deje de gobernarnos. De lo contrario es más que probable que vivamos con miedos, ansiedad o estrés.

Te animo a calibrar esta parte de ti, confrontarla y con mucha compasión atreverte a dejarla atrás.

Huggin'

Hay dos tipos de abrazos. Los que se dan socialmente, sin conexión. Y aquéllos que damos con la intención de darnos y ser recibidos. Me interesan estos últimos, porque duran más y sobretodo porque son grandes potenciadores del bienestar. Aquéllos en los que nos damos permiso para el contacto, para relajarnos en el otro, conscientes de la potencia generadora de conexión mutua. Estos abrazos activan unos receptores en la piel denominados corpúsculos de Pacini, que son los encargados de enviar las señales al cerebro reduciendo de esta manera la presión arterial. También se ha verificado que mejoran la autoestima, ya que aumentan el estado de ánimo y energía.

Un abrazo sentido fortalece el sistema inmune, al favorecer la creación de glóbulos blancos, las células encargadas de combatir infecciones y enfermedades. Si abrazamos de verdad- que no fuerte- liberamos serotonina y dopamina, generando una gran sensación de bienestar y felicidad en la persona que los da y en la que los recibe.

Abrazar relaja, nos aporta tranquilidad, seguridad y confianza, disminuye el estrés, relaja los músculos y nos hace sentir bien.

Qué reconfortante es un abrazo cuando se recibe de alguien que te quiere y que te respeta. Cuando existe permiso para el contacto y nos abrimos a él, sentimos la protección amorosa que nos llena, y podemos apreciar el maravilloso regalo que nos están ofreciendo.

Nadie lo duda. Son maravillosos los abrazos, pero ¿por qué una gran parte de la sociedad se resiste a ellos?¿por qué no se prodigan más?

Boicot

Es habitual en un proceso terapeútico encontrar resistencias por parte del paciente. La resistencia aflora cuando la voluntad de evolucionar es sobrepasada por el miedo a doler o a desmontarnos a nosotros mismos. Cuando tocamos algunas huellas emocionales que son difíciles de transitar, lo natural es que nuestra mente se resista y se refugie en la pauta defensiva del miedo. Y es que crecer implica, tantas veces, revisar pautas, sentir emociones difíciles y cuestionar algunas conductas o pensamientos habituales.

Algunos mecanismos o señales que indican alguna resistencia a avanzar en terapia son las frases del tipo:

1. No me hace falta, no lo necesito, en realidad no estoy tan mal.

2. No tengo dinero o no tengo tiempo.

3. El terapeuta no es el adecuado.

4. Sentir una evolución y creer que el proceso está cerrado.

El miedo al cambio nos enfrenta a lo desconocido, al peligro o al dolor y hace que nos preguntemos ¿qué pasará si me muestro vulnerable? ¿quién soy si dejo de victimizarme y tomo las riendas de esta situación?

El proceso de la conexión interior denomina “Yo Herido” a esa parte infantilizada de nosotros que creció con mucho miedo y que encuentra eficaces excusas para no resolver los síntomas de su malestar. No encontrar una hora semanal o quincenal para nuestro proceso terapéutico es una forma clara de negación, otra manera de decir “no merezco estar mejor”.

Cuando el terapeuta confronta al paciente con dichas resistencias es una oportunidad para tomar conciencia de los propios boicots, que probablemente darán nacimiento a nuevos frutos.