Unloving

¿Imaginas cómo hubiera sido tu infancia si tus padres te vieran como realmente eras, sin juzgarte? ¿O si te hubieran validado cuando te sentías inseguro o dañado?

Durante la infancia, algunos experimentamos negligencia emocional, algo demasiado común que sucede en casi todas las familias. Esta forma de abandono es un proceso poderoso y doloroso que deja una marca indeleble en los niños que se ven afectados por ella. Así pueden crecer hasta la edad adulta sufriendo sus resultados, pero no recordarán cómo o cuándo dejó una huella en sus vidas.

La negligencia emocional puede ocurrir cuando los padres no responden lo suficiente a las necesidades reales y puntuales a lo largo de la crianza. En estas familias, los adultos no reconocen, validan ni preguntan sobre los sentimientos a sus hijos. Más allá de las muestras de cariño que pudieran transmitir, suelen ser personas que operan con una baja estima y una inmadurez perpetua.

En terapia, tomar conciencia de las creencias y suposiciones falsas que absorbimos, por causa de negligencia emocional, puede despertar un camino hacia la sanación.

Los estilos de vida de las familias emocionalmente negligentes pueden variar ampliamente. Padres que pudieron haber estado calientes o fríos, amorosos o enfadados, o incluso deprimidos. O haber crecido en un hogar monoparental o biparental, tal vez con uno de los progenitores que se quedaba en casa. Estas familias pueden haber incluido abuelos u otros miembros de la familia extendida. Pero en muchos sentidos, la estructura de la familia no importa. Lo que sí es cómo los sentimientos no fueron reconocidos o validados lo suficiente por nuestros mayores.

Los adultos emocionalmente descuidados podrían verse tan diferentes entre sí como lo hicieron sus familias.

Pueden parecer y actuar como si no tuvieran nada en común, pero todos comparten un grupo similar de luchas. Algunas de las más comunes son: sentimientos de vacío, miedo a depender de las personas, falta de autoconocimiento, pobre compasión por uno mismo (probablemente mucho para los demás), una tendencia a la culpa y la vergüenza, ira autodirigida, una profunda sensación de ser defectuoso o diferente, luchas con el autocuidado, problemas con la autodisciplina y dificultades para entender cómo funcionan las emociones en general.

Las personas que crecen con padres que ignoran los sentimientos creen que las emociones no son bienvenidas en el hogar de su infancia y tratan de evitar los sentimientos difíciles. Para aquéllos que han tenido esta experiencia, es importante tomar conciencia y comenzar un abordaje de rescate de todos esos sentimientos que uno ha secuestrado.

Cumplir como padres con las necesidades emocionales de la infancia es algo extraordinario. Por ello existe una plaga de desamor.

Feelin'

 

En mi experiencia, como paciente y terapeuta, una de las vías más potentes para apoyar a una persona en su proceso de sanación es permitiendo la emoción. El término emoción procede del latín, significa “el impulso que induce la acción” y es fundamentalmente adaptativa. Las personas, además de poseer emociones, necesitamos aprender a sentirlas y regularlas ya que constituyen una importante fuente de información y acción.

A no ser que los adultos de referencia nos enseñaran cómo fluir de manera sana con las emociones, de niños tuvimos que defendernos cómo mejor supimos. Y es que seguramente el dolor o la incomodidad, muchas veces, fueron tan intensos que aprendimos a ocultarlos. Una experiencia traumática puede llevar a la persona a desconectarse de su campo emocional antes de repetir la experiencia tan dolorosa que vivió en el pasado. Y para compensar esta desconexión emocional, la persona somatiza, siendo el cuerpo el que expresa lo reprimido emocionalmente.

En un proceso terapéutico uno de los aprendizajes clave en este trabajo es reconocer la figura imaginada de una niña interna. Todos aguardamos a un infante imaginario que guarda experiencias y aprendizajes emocionales. Cuando identificamos los mecanismos aprendidos de protección y evitación progresamos hacia un definitivo estado de mejora en el paciente. En sesión, generalmente se contacta con emociones que fueron bloqueadas o interferidas y no fueron gestionadas adecuadamente, por lo que quedaron acumuladas en la persona. Sabemos que lo que genera patologías son las emociones excesivas o las crónicamente bloqueadas.

Las aportaciones del análisis transaccional, la bioenergética y las técnicas de trabajo emocional están contribuyendo de manera definitiva a que un proceso terapeútico tenga lugar en un tiempo breve en comparación con terapias más analíticas. Todo ser humano, sin excepción, es valioso, importante, y debe ser tomado en cuenta en su totalidad. Lo que sucede es que por nuestro estilo de vida, tantas veces, el espacio terapeútico se consolida como el único lugar posible para darnos permiso y expresar un grito, un lamento o una honesta declaración.

Monkey mind

Me gusta llamarla “monkey mind”, esa parte mental activa que no para de parlotear y emite imágenes falsas sobre lo propio o los demás. Ese sueño de mono parlante vive en el hemisferio izquierdo cerebral y habita en la dimensión del arreglo y el control, proyecta toda su energía de pensamiento a futuro y tantas veces vive recordando el pasado. Todos tenemos un “monkey mind” que juzga y exige, tratando de controlar el sentimiento o cualquier cambio o mejora. El cansino mono es una metáfora de nuestra mente programada, un lugar poco amable en el que anidar o construir bienestar. Porque el constructo mental está poblado de daño y mentiras, vive en la inercia, se nutre de pautas negativas y si lo escuchamos demasiado, le acabamos dando crédito ya que se retroalimenta con las mismas repeticiones.

Date cuenta que a esta parte de tí le cuesta mucho reconocer la persona maravillosa que llevas dentro. Lo que todos anhelamos a un nivel profundo- si queremos vivir bien, en estado de bienestar y paz- es que esta programación aflore al consciente y deje de gobernarnos. De lo contrario es más que probable que vivamos con miedos, ansiedad o estrés.

Te animo a calibrar esta parte de ti, confrontarla y con mucha compasión atreverte a dejarla atrás.

Huggin'

Hay dos tipos de abrazos. Los que se dan socialmente, sin conexión. Y aquéllos que damos con la intención de darnos y ser recibidos. Me interesan estos últimos, porque duran más y sobretodo porque son grandes potenciadores del bienestar. Aquéllos en los que nos damos permiso para el contacto, para relajarnos en el otro, conscientes de la potencia generadora de conexión mutua. Estos abrazos activan unos receptores en la piel denominados corpúsculos de Pacini, que son los encargados de enviar las señales al cerebro reduciendo de esta manera la presión arterial. También se ha verificado que mejoran la autoestima, ya que aumentan el estado de ánimo y energía.

Un abrazo sentido fortalece el sistema inmune, al favorecer la creación de glóbulos blancos, las células encargadas de combatir infecciones y enfermedades. Si abrazamos de verdad- que no fuerte- liberamos serotonina y dopamina, generando una gran sensación de bienestar y felicidad en la persona que los da y en la que los recibe.

Abrazar relaja, nos aporta tranquilidad, seguridad y confianza, disminuye el estrés, relaja los músculos y nos hace sentir bien.

Qué reconfortante es un abrazo cuando se recibe de alguien que te quiere y que te respeta. Cuando existe permiso para el contacto y nos abrimos a él, sentimos la protección amorosa que nos llena, y podemos apreciar el maravilloso regalo que nos están ofreciendo.

Nadie lo duda. Son maravillosos los abrazos, pero ¿por qué una gran parte de la sociedad se resiste a ellos?¿por qué no se prodigan más?

Boicot

Es habitual en un proceso terapeútico encontrar resistencias por parte del paciente. La resistencia aflora cuando la voluntad de evolucionar es sobrepasada por el miedo a doler o a desmontarnos a nosotros mismos. Cuando tocamos algunas huellas emocionales que son difíciles de transitar, lo natural es que nuestra mente se resista y se refugie en la pauta defensiva del miedo. Y es que crecer implica, tantas veces, revisar pautas, sentir emociones difíciles y cuestionar algunas conductas o pensamientos habituales.

Algunos mecanismos o señales que indican alguna resistencia a avanzar en terapia son las frases del tipo:

1. No me hace falta, no lo necesito, en realidad no estoy tan mal.

2. No tengo dinero o no tengo tiempo.

3. El terapeuta no es el adecuado.

4. Sentir una evolución y creer que el proceso está cerrado.

El miedo al cambio nos enfrenta a lo desconocido, al peligro o al dolor y hace que nos preguntemos ¿qué pasará si me muestro vulnerable? ¿quién soy si dejo de victimizarme y tomo las riendas de esta situación?

El proceso de la conexión interior denomina “Yo Herido” a esa parte infantilizada de nosotros que creció con mucho miedo y que encuentra eficaces excusas para no resolver los síntomas de su malestar. No encontrar una hora semanal o quincenal para nuestro proceso terapéutico es una forma clara de negación, otra manera de decir “no merezco estar mejor”.

Cuando el terapeuta confronta al paciente con dichas resistencias es una oportunidad para tomar conciencia de los propios boicots, que probablemente darán nacimiento a nuevos frutos.

Contento

Hace años en una formación, una compañera me señalo cómo le había cambiado la vida practicar el contento. Me resonó profundamente y quise explorar más. Me ha llevado años descubrirlo y por momentos, lo saboreo.

El contento sustituye cualquier tentación de apegarse al resultado externo de las relaciones, procesos o hechos concretos. Tiene que ver con el cultivo de la apreciación y el desapego. Es la sensación de estar en el lugar adecuado en el momento presente. Una ligereza que te envuelve cuando percibes madurez y armonía vital. El contento no se debe a una circunstancia favorable o una situación placentera, depende solamente de uno mismo.

El contento nace del desapego, de la certeza que tu capacidad de gozar no depende de elementos externos o la satisfacción en las relaciones. Está relacionado con la aceptación consciente y la madurez. El contento puede ser un destello, una sensación de gozo sosegado que nace de una comprensión madura y profunda. Así como la insatisfacción causa descontento, la satisfacción que nace de la calma profunda, la humildad y y la lucidez, generan contento interior.

Cuando practicamos el método Inter Bonding® para la salud emocional, despertamos nuestra capacidad de sostener estados de contento prolongados; construyendo de raíz una actitud vital y espiritual de aprendizaje saludable.     

Body rules

En terapia y previo al inicio de cualquier proceso señalo y reitero la importancia de observar y escuchar el cuerpo. Sabemos que, desde niños, todas las emociones necesitaron ser expresadas físicamente, y sino, tantas veces, nacieron tensiones, tics, bloqueos o energía dolor.

En mi caso, contemplo el cuerpo de la persona como algo sagrado e íntimo que precisa de una escucha atenta y respetuosa. Por ello, antes de contactar con un paciente le pregunto si me da su permiso, para abrazar o para tocar. Aún recibiendo una respuesta afirmativa, estoy muy al tanto de su comunicación no verbal, de sus reacciones, y de la forma que tiene de asumir y aceptar el contacto.

Vamos trabajando, como parte de su terapia, la relación con su cuerpo y sólo desde una actitud de máximo respeto puedo acompañar hacia un cambio profundo y sanador. Con la ayuda de técnicas como la bioenergética o el Tapping rescato emociones del pasado que no pudieron expresarse en su momento por algún motivo. Al no haberlo sido, algún músculo o parte del cuerpo se endureció para contenerla. Si permitimos que ésto se alargue en el tiempo, la tensión se vuelve crónica y eventualmente, el cuerpo entra en proceso de enfermedad.

Percibir a tiempo los verdaderos mensajes del cuerpo construye una dinámica de prevención saludable, para ello y para comenzar cualquier sesión terapéutica tratamos de responder a algunas cuestiones como:

¿Qué estoy sintiendo? ¿Dónde lo estoy sintiendo? ¿Cómo lo estoy sintiendo?

Continuum

Estar dispuesto a serlo todo no es lo más común. La identificación con la mente racional forma parte de nuestra cultura y es lo habitual. Cuanto más meditamos nos damos cuenta que el mandato del pensamiento adquirido está sobredimensionado, vinculado al viejo paradigma de querer tenerlo todo bajo control.

En un proceso terapéutico podemos aprender a vivir plenamente sin las máscaras de protección del miedo tejiendo un nuevo puente entre un ego sano y la intuición del corazón.

Ser parte de este proceso significa abrirse a lo espiritual y también a lo que venga sin las máscaras psíquicas de defensa y protección. Significa vivir a través de los miedos, con todas sus aristas, aunque duela. Significa que uno se embarca en la experiencia de vivir más sensiblemente, una nave que tantas veces asusta y otras, genera placer, pero que definitivamente, aporta riqueza y verdad.

A veces el miedo es real pero sabemos que un 90% de ellos se nutre de falsas creencias. Nos da miedo vivir plenamente, sentir, conectar con la vulnerabilidad que somos y soltar el caparazón.

Tantas veces una terapia promueve movimientos vitales significativos, y aquéllos que hacen click comparten que cuando llega el dolor, éste es más honesto, también la alegría. Sienten el odio o la impotencia con más claridad, pero también el gozo y el contento.

Necesitamos aprender lo esencial del ser humanos y entregarnos plenamente, y convertirse en las propias potencialidades implica crecer, mover la energía, desarrollar el coraje necesario para ser, atravesar y remover cimientos antiguos y aprendidos, tomar decisiones y sobretodo sumergirse de lleno en el torrente de la vida. Tantas veces, la recompensa soñada es vivir desde la confianza y gozar de una libertad interior.

Deseo

Dejar una profesión o una relación, sanar una herida primal o iniciar un proyecto vital pueden ser oportunidades de crecimiento y desarrollo muy potentes. Pero ¿cuántos podemos reconocer con honestidad que estamos dedicados a nuestra alegría, a descubrir lo que nos hace felices y que actuamos para conseguirlo?

En el trabajo de desarrollarnos y crecer sanando sabemos que las palabras no gobiernan los cambios. Podemos revisar nuestras creencias y observar los pensamientos, pero realmente lo que determinan los cambios duraderos son las acciones conscientes que estemos dispuestos a tomar. Salir de la zona de confort implica coraje y blandura al mismo tiempo, un corazón dispuesto a atravesar la incomodidad de los duelos y la vulnerabilidad abierta para sentir el miedo sin resistirse a él.

Muchas veces, encuentro a personas que llegan a terapia con la ilusión de una solución inmediata o las expectativas de una varita mágica a sus conflictos. Como tejedores, necesitamos ser conscientes que la dicha o el bienestar se construyen con foco y una suma consistente de pequeñas y grandes acciones. Para ello tenemos que estar dispuestos a revisarnos, a cuestionarnos, a cambiar de avenidas, a transitar el miedo o el dolor y también a soltar el control sobre el propio proceso.

Activar la poderosa intención de amarse es el motor y cultivar la confianza, el combustible. Conviene siempre recordar que validar el propio esfuerzo y una abierta disposición son ya una victoria.

Tránsito

Cada final de año nos conecta con la energía de la terminación y en mi caso con un reflejo necesario, hacer balance. Algo que también traslado a mis clientes en dos movimientos introspectivos: lo vivido en el año aún presente y lo que desean hacia lo nuevo. Previo análisis sobre un cuaderno íntimo, acompaño a través de una visualización para reforzar los anhelos del paciente trabajando a nivel analítico, energético y espiritual. Algunos elementos comunes a este ejercicio consiste en:

• observar patrones indeseados en los hábitos, las relaciones y las conductas

• enfocar las nuevas enmiendas en las 5 áreas de vida: física, relacional, organizativa, espiritual y financiera

• recabar lo aprendido en las relaciones vigentes y recientes, así como en los hechos significativos

• activar una actitud de compromiso hacia los nuevos objetivos desde la propia verdad y con tareas concretas

• estar dispuesto a tomar decisiones moviendo el “sentido del barco”

• ejercitar la gratitud y apreciación desde la conciencia de los elementos positivos de la propia vida

• entregarle las enmiendas al universo confiando en un resultado óptimo

Escribirlo, visualizarlo, sellarlo como un compromiso hacia sí es abrirse a volar y materializar los propios sueños. Las cosas cambian cuando nos enfocamos en lo que queremos llevando a cabo acciones amorosas en el propio beneficio. Además cuando somos claros y confiamos, el universo escucha nuestra vibración para manifestar nuestros anhelos.

Y a tí ¿qué te gustaría soltar para dejar definitivamente atrás? ¿qué anhelas aprender con pasión y entrega? ¿cómo visionas tu nuevo año por delante?

Este ejercicio, en mi caso, me ha ayudado a darme cuenta que en esta época del año me gusta celebrarme junto a personas afines con las que conectar, practicar algun retiro espiritual o viajar a un lugar desconocido.

Feliz tránsito a tod@s. Sed felices.